Carta a una mujer que siempre está para los demás


Estimada Ana:
Decidí escribirte una carta ya que pienso que la conversación que tuvimos hace 3 semanas fue muy corta para poder abordar con profundidad todos los temas que mencionamos. Especialmente quisiera abrir algunas cuestiones que como terapeuta considero importantes ya que me quedé con la sensación de que algó faltó y es mi responsabilidad iluminarlo como diría Minuchin.
Como sembrando una semilla para que tal vez después y si está bien para ti, puedas hacer lo que consideres conveniente; quisiera contarte dos historias que me parecen pertinentes para iniciar conversación.
La primera.
Releyendo el Manual de Grupo de Crecimiento de Tere Robles, me encontré con un texto en el que ella habla de que las personas usamos diferentes trajes; explica cómo es que en cada entorno en el que estamos, usamos cierta indumentaria para poder adecuarnos y presentarnos de la manera que consideramos correcta. Estos trajes permiten que los demás nos identifiquen y por eso son buenos, algunos de ellos, nuestros preferidos, forman parte de nuestra identidad porque comunican quienes somos; sin embargo, a veces es necesario cambiarlos, deshacernos de ellos o al menos quitárnoslos por un rato ya que como personas humanas nuestra naturaleza es el cambio y por lo tanto, a veces nuestros viejos trajes comienzan a apretarnos, a quedarnos grandes o simplemente dejan de ser cómodos.
Este texto me remitió a lo que dice otro de los grandes maestros de la terapia sistémica que es Michael White, cuando menciona que las personas nos comprometemos con ciertas narrativas o ideas de nosotras mismas, que nos han funcionado en la vida pero que a veces pueden resultar opresoras, un poco como lo que hablamos en la conversación que tuvimos cuando me mencionaste cómo es importante para ti dar a los demás una imagen de la mujer que siempre está para ayudar a los demás, siempre resolviendo todo sin ayuda como aprendiste en tu familia de origen, siendo la hija ejemplar que nunca falla.
Entonces me pregunto si quitarte ese traje, aunque sea por un rato, o en algunos contextos sería bueno para ti, porque yo veo que lo llevas puesto incluso en el salón de clases, siendo la alumna ejemplar que se encarga de preparar los videos, de reenviar el correo de la profesora, de acordarse de los pendientes grupales, entre otros. También me pregunto también si hay otros espacios o momentos donde ese traje te está apretando.
La segunda.
Esta es la historia de mi encuentro con una investigadora en medicina social de la UACM, quien me contó alguna vez sobre un curso que fue a tomar al extranjero de alimentación saludable. Allí, ella aprendió sobre lo importante de sentarse a comer y específicamente del papel fundamental de masticar, ya que al mezclar los alimentos con la saliva se producen cambios químicos que son el comienzo de la digestión completa, natural y saludable. Por esta razón me quedo preocupada cuando propones como solución para ti saltarte los alimentos, para poder mirarte a ti misma y hacer lo que realmente quieres hacer sin dejar lo que tienes que hacer.
¿Me pregunto si el quitarte el traje de estar para los demás con total eficiencia te ayudaría a proponer soluciones saludables, creativas o distintas a tu situación?
Por ahora, solo quiero dejar estas dos historias, esperando haber compartido con claridad lo que considero importante y dejando abierta la puerta para continuar la conversación.
Sin más por el momento, quedo a tu disposición, enviándote un abrazo cordial.

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